
- Es demasiado grande.- me dices
Tu frase me llena de dudas. Quizás, el mero pensamiento de consumar mi deseo en tus entrañas aporte, dada mi condición de esclavo, un mar de sangre suplementaria que antes no existía. O puede que, en tu condición de dueña, tu carne perezosa se haya acostumbrado a estar dormida. O tal vez antes de ser lo que somos consintieras con secreto disgusto. ¿Acaso sientes que me debes algo?
No puedo evitarlo. Salgo de ti. No es un gesto de renuncia y entrega consciente. Ese gesto ya fue hace mucho tiempo. Es el gesto pauloviano de quien ha aprendido a darse.
Salgo de ti y te susurro al oído. Mi placer ya no puede basarse en tu disgusto, y si eso significa olvidar qué se siente al penetrar a una mujer, sea. Hace tiempo que cedí ese privilegio, sólo tienes que leer las reglas. Tan sólo deseo tus caricias, tus azotes, tu atención permanente...Te abrazo con ternura mientras trato de hacerte comprender. Y dos lagrimas escapan de tus cuencas mojando las sábanas con la pureza de un orgasmo no fingido.
Y dos lagrimas afluyen tambien a los mios...
ResponderEliminarMucha belleza, muchísima, permitemelo decir.
Maravillosa entrega.
ResponderEliminarPasión incontenible.
Sumisión pauloviana.
Excelso relato de lo que un sumiso entrenado entrega a su dominante masculino o femenino en el momento de ser controlado su orgasmo.
Un saludo.