1/9/09

Aleksandra marchocka


Eliges ese instante en que el que el sólo existe el roce de tus yemas para confesarme que, por primera vez en años, te ha sobrevenido el deseo de maternidad. Tus gestos lentos sobre mi carne se mezclan con tus palabras mayúsculas en un mar de confusión.
El deseo del orgasmo negado y el pánico a perdernos se entremezclan igual que los acordes y la melodía.
Todo muta.

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