4/9/09

Dahlia

-Tengo a alguien cenando en casa que deberías conocer.

El día que todo comenzó, tu curiosidad robo cinco minutos al descanso. Entraste en la casa del vecino sin pasar por la tuya, empapada de esfuerzo, y dejaste que tu cuerpo se desplomase sobre los peldaños de una escalera, a un par de metros de su invitado.

Sentí deseos de abrazar tu abatimiento, tu fragilidad, tu soledad nívea.

Ese deseo asexuado me ha acompañado siempre, como un mar de fondo que escucho cada vez cesa el ajetreo del mundo.

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