4/7/09

Sardax

Mi orgasmo llega siempre después de los tuyos. Generalmente, me regalas tu tacto lento y luego exiges que termine yo. Siempre, justo antes de alcanzarlo, te pido permiso. Nunca, hasta ahora, me lo has negado. Abro la boca todo lo que puedo, imitando el gesto que te impuse, no recuerdo hace cuanto tiempo ya, cuando los roles eran otros. Aquel gesto pretendía que recordases, con cada concesión a tu placer, que me pertenecías. Hoy, ocurre justo lo contrario.

Hay teorías que afirman que el hombre, obligado a la castidad, es más sumiso y amoroso. Existen incluso técnicas para aliviar su carga, minimizando el orgasmo. Me asusta que lleguemos alguna vez tan lejos en este camino, llevados por mi querencia hacia tu perfume. Me alivia, tan sólo, conocer la oscuridad de tu deseo: mi ausencia de voluntad, no mi sufrimiento.

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