5/7/09

Michael Mobius

El domingo te tomaste tu tiempo. Me dejas escoger la lencería, como quien permite a una mosca elegir la miel en la que quedar dulcemente atrapada. Te tiendo el camisón malva.

- Me queda un poco grande.- recriminas.

- Es el que te pusiste la noche de bodas y nunca te lo has vuelto a poner. Es el camisón que llevabas puesto cuando me dijiste que me preparase a consumar el matrimonio, pero que lo hiciese con la desesperación de no saber cuando volvería a penetrarte.- te respondo.

- Pónmelo,- añades.

Así es como funciona. El camisón es sólo un objeto de poder, un símbolo. Otros más ceñidos resaltan tus curvas plegándose en lo prohibido. Este, sin embargo, resalta el instante en que el juego se institucionalizó para siempre.

1 comentario:

  1. Resulta incluso tierna la behemencia con que describes el momento y me gusta la forma en que te ha enseñado tu ama, no es el camisón, sino su voluntad el objeto de poder, su mente y su cuerpo.

    Harás bien en no contestar si es ella la que así lo desea, tu incomunicación es tu sumisión más profunda.

    Lix.
    http://misexoet.blogspot.com

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Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.