Llevo media hora siguiendo cada una de tus indicaciones. Estoy a escasos centímetros de tu sexo, a punto de introducir con delicadeza extrema un objeto sintético especialmente diseñado para la búsqueda de tu placer.
- No sabes la tortura que supone llevar meses sin entrar en ti y tener que hacer esto,- te digo.
- Claro que lo sé,- respondes.
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Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.