9/6/09

Juan Pujal

Me gusta su mirada porque es fría y tierna al mismo tiempo. En su caída de ojos hay amor y distancia. Medita el siguiente paso mientras balancea su pie perdido y oculto, rozando la puerta hacia el dominio de la voluntad ajena. Él da el beso de quien se entrega en desnudez arrodillada. Escena serena que antecede, de modo inevitable, a la violenta descarga de ese cepillo.

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