19/4/09

Hata Deli

Al abordar mi examen de conciencia, al perfilar mi relación con los pecados capitales, no sé que relación exacta tengo con la lujuria, apetito desordenado de los placeres de la carne. Si tal cosa es lujuria, digo en mi descargo que en mi mesa nunca hubo más orden. Hubo un tiempo en que abría la nevera entre horas, pero ahora cada bocado que ingiero es pesado y medido por tu mano.
La dieta es escasa y, sin embargo, el hambre ha pasado. Ya no siento apetito hacia la carne. Es, más bien, deseo del acto social de sentarnos a la mesa, ansia por sentir el tacto de tus dedos deslizando cada pedazo escogido con el que me alimentan. Si esto que siento es lujuria, someto a la consideración de la Real Academia de la Lengua que recoja en el diccionario los matices de mi delito y condena.

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