12/3/09

Gene Bilbrew

Tarde de viernes. Al llegar del trabajo te sientas en la cama sin quitarte las medias. De hecho, te las colocas suavemente, como reclamando antención. Me desnudo y, durante cerca de quince minutos, vivo arrodillado a tu pies. Siento el contacto de la seda sobre mi piel. Con la cabeza sobre tu regazo, acaricio el final de las medias mientras, más abajo, la carne dura va quedando aprisionada entre tus dos tobillos. Mesas mi cabeza complacida, antes de exigir un largo masaje. Nos tumbamos en la cama, en direcciones opuestas, tú en el cabecero, boca arriba, yo con la cabeza a los pies, boca abajo. Durante más de una hora te masajeo los pies. Tu mano, aparentemente distraída, acaricia mis nalgas para motivarme y, de cuando en cuando, amaga un azote...

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