7/2/09

Sardax

Ayer, después de hacerte la cena y darte un largo masaje en la esplada, me permitiste al fin tocarme después de cinco días. No sé muy bien que fue lo que sentí. El orgasmo fue una especie de violín en medio de una orquesta. Lo que sentí fue, más bien, un caudal de deseo escapando de mi a borbotones, casi dolorosos. Y me sumí en un plácido sueño, agotado.

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