25/2/09

Philip Llingworth

Así imagino tu sexo cada vez que lo vislumbro. Es aún peor. Te gusta desnudarlo en mi presencia y abrirlo como una flor para que lleguen hasta mi sus sonidos, sus sombras, sus fragancias. Te gusta provocarme de tal modo que, en ocasiones, un simple golpe de cadera hubiera sido suficiente para violentar su interior. Y sin embargo, he aceptado que permanezca prohibido y deseado, provocador eterno.

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