
Una vez sentí algo parecido. Me tumbaste sobre nuestra cama y te sentaste a horcajadas sobre mi rostro, tapándolo literalmente con tu falda larga. Sentía bajo mis manos el tacto de tus medias. Y, sin embargo, te mantuviste a distancia. Me permitiste tocarme bajo el olor de tu sexo. ¡Cómo hubiera deseado sentir la presión de tu sexo ahogando mis gemidos!
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Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.