20/7/09

Stig

Hace muchos años, a principios de los noventa, en el Vips vendían libros eróticos. Hubo uno que me turbó especialmente. Se llamaba Nina la Dominadora, de una tal Titian Beresford. Lo escondía, avergonzado, en un altillo. No sé que habrá sido de sus páginas gastadas por mis ojos. Con su desaparición cesaron mis lecturas prohibidas, pero intuyo que aquella fue la semilla de las fantasías que vinieron. Quizás lo que somos se tejió entonces. Hoy, al poner el título, la blogosfera me ha devuelto una cita...

"El muchacho sofoca un grito al ver la vara de abedul. La levanto y empiezo el castigo. Adoro el silbido de las varas cuando cortan el aire. Adoro desollar traseros. El suyo es pálido y ancho y queda perfecto. Me tomo mi tiempo. Soy una artista y compongo sinfonías de silbidos, golpes y gemidos. Azoto una nalga y luego otra, y siento cómo me mojo entre los muslos. ¡Es una manera deliciosa de pasar el tiempo!. Cuando confirmo que el órgano del muchacho está monstruosamente erecto, me excito más aún pues confirmo que él disfruta tanto como yo..."

1 comentario:

  1. Lamentando dicha orden -la de no responder- pero respetándola, tan solo quiero decirte que haciendo caso a María que me recomendó encarecidamente que me asomara por tu blog, debo añadir que me ha encantado su mezcla exquisita de elegancia, sencillez e intensidad.

    Prometo pasarme asiduamente y con tu permiso, añadir tu vínculo a mi propio blog ;)

    Besos...

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Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.