Te regalas a mi, envuelta en tules de seducción, por primera vez en toda la semana. Desearía prolongar el tacto esquivo de la seda durante horas, pero tu mano firme se cierra en torno a mi carne petrea muy cerca de tu sexo, simulando una penetración, mientras la otra marca el ritmo sobre las piel rosada de mis nalgas. Me voy como un adolescente y duermo durante un par de horas.
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Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.