10/7/09

Bill Ward

Mañana regresas de uno de esos viajes imprevistos, en los que los humanos reverenciamos el ciclo de vida y muerte. Andas por tierras de ancestros devolviendo a la tierra lo que salió de ella hace noventaytantos. En la distancia, te ocupas de mi. Cada noche, recibo tu llamada cálida, con instrucciones acerca de cómo debo tocarme, evocándote a través de la seda del cajón.

En la llamada de hoy te confieso que durante la siesta no he podido resistirme a tu ausencia. El camisón estaba aún sobre la cama, recordándome mi orgasmo nocturno. Escuchas, calculas. Con tu voz siempre dulce, enamorada, me das permiso para tocarme una vez más esta noche y me anticipas que mañana, a tu regreso, seré castigado por mi debilidad...

Escribo estas líneas antes de tocarme, con la esperanza de que juntando letras pueda atrapar una mínima porción de lo que siento al colgar. Hay paz y gratitud hacia la caótica marea de vida que nos ha juntado. Me siento afortunado de tenernos, de reposar en ti y de ser, al mismo tiempo, tu sostén. Me siento ingrávido, habitante de mundos sutiles, esdrújulos, lunares, poéticos, inclasificables. Sobrevolamos nuestras contradicciones, elevándonos hacia la mutua entrega, girando como dos cuerpos celestes en un baile con vocación de eternidad, sin prestar demasiada atención al resto del firmamento.

Esta noche, amor mío, cuando suba estas líneas, tocaré un rato el piano. Mi oído entrenará nuevas sucesiones y armonías con las que arrumbarte y abrir tus poros. Luego, con las mismas manos, me tocaré anticipando, mentalmente, mi castigo de mañana, para seguir construyendo la belleza de esta entrega irrazonable.

1 comentario:

  1. La verdad que es una gran pena que hayas dejado de compartirnos tus escritos porque son muy buenos.-

    ResponderEliminar

Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.