9/4/09

Gene Bilbrew

Escapo a casa justo antes de que comience el cóctail al que debería quedarme para intercambiar tarjetas. Robo del hotel una rosa roja, camino del taxi. El gesto, que no esperas, te conmueve. A menudo soy consciente de tu debilidad, de lo sensible que eres a cada una de mis caricias. Construimos un orden en el que cada uno de mis gestos podría pertenecerte, pero pareces inmune al pecado capital de la soberbia.

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Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.