2/3/09

Namio

Hoy, comida de traje y corbata con otro hombre casado.
- La camarera tiene un polvo.- suelta cuando ella se retira con la comanda.
- Los labios son operados.- contesto.
- No me había fijado, me había quedado en sus tetas.- responde en uso del vocabulario soez que forma parte del imaginario masculino de esos momentos sin mujeres presentes.
- Verás, no sé como será tu matrimonio, pero a mi me ocurre una cosa curiosa: cuanto más tiempo pasa, menos deseo siento hacia otras mujeres.
- Eso es que follas a diario.
Sonrío. Comprendo que no comprende nada. Me asalta el pensamiento de que nuestros matrimonios sufren la misma desigualdad: él desea y ella no. En el suyo, sin embargo, ambos fingen que ese deseo no existe. El se masturbará en la ducha algunas mañanas, tratando de no hacer ruido. De vez en cuando, tendrán 15 minutos de sexo en los que ella fingirá el orgasmo.
En mi caso, puedo susurrarle al oído cada pensamiento. Ella se envuelve de ese deseo, lo cuida, lo mima, lo mide, lo regula, lo utiliza...

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