15/3/09

Elena Mirosedina

Cada mañana, en el tren, me miras con ternura. Hacemos juntos el viaje desde el paraíso de soledades en el que vivimos hasta la gran ciudad que llena la nevera. Durante el día, apenas tengo tiempo de pensarte. Pero en esas horas de tren, te contemplo vestida mientras te desnudo despacio, te acaricio castamente el pantalón imaginando el final de tus medias inexistentes.

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Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.