22/1/09

German

Conozco bien esta mirada de quien se sabe dueña y señora. A veces, también, has jugado con tus dedos entre mis tabues masculinos para reforzar tu orgasmo de poder. El juego ideado por ella tiene un punto perverso. Su pie presiona dulcemente la perilla de goma y la palangana escupe un chorro de agua en el interior del amante servicial. Lo más increíble es que su carne, como la mía, está dura como el hierro.
Nunca antes de tí había alcanzado estos estados febriles de excitación sexual. Llevo mucho tiempo tratando de explicarme a mi mismo como es que logras despertarlos por caminos tan extraños. Creo que, en mi caso, todo gira en torno al vértigo indescriptible que acompaña a la ausencia completa de control. Es ese vértigo, que sólo en tí encuentro, lo que busco desesperado.
Quien sabe qué juegos me esperan a lo largo de los años de matrimonio que aún tenemos por delante. Cada ama, supongo, elige sus gestos y liturgias. Gestos y liturgias... Su mera evocación verbal por tu parte dispara en mi cabeza gatillos cercanos a la jauría de Paulov. De vez en cuando, introduces elementos nuevos sin previo aviso. Y vivo deseando un trago más de ese coctel medido: cuatro partes de repetición por una de innovación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.