
Es posible que haya algo de cierto en tal afirmación. Acaso la mente sea capaz de transformar las sensaciones cuando desaparece el rechazo. Acaso la clave esté en las únicas palabras de la propia Hartnell que reproduce el artículo: “Desde luego, fue el placer más extraordinario y avasallador que haya podido experimentar en mi vida. Fue algo así como si una suerte de flujo energético hubiera recorrido todo mi interior [...] Únicamente había leído un libro [sobre el tema], porque no quería llenarme la cabeza de información. Lo que quería, en realidad, no era otra cosa que abrirme al proceso”.
Me reconozco.
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