
-¡Fóllame!.
Las sílabas de mi boca, decostruidas por el tímpano resuenan con distancia, como si viniesen de otro. Me cruza el pensamiento fugaz de incredulidad hacia mi mismo, de incomprensión del proceso que me ha llevado a elegirla de entre todas las palabras para resumir en un vocablo mi sed compleja.
-¡Fóllame!.- repito, como un mantra.
No logro lo que ansío. Me miras como un psicoanalista a su paciente, mientras acaricias mi pecho. Cuando acabo, derrotado, me susurras, divertida, tu conclusión.
- Eso mismo te decía yo a ti, hace ahora uno o dos años, cuando me cediste el poder y comencé a azotarte con mi palma desnuda mientras aún me penetrabas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.