
La dieta es escasa y, sin embargo, el hambre ha pasado. Ya no siento apetito hacia la carne. Es, más bien, deseo del acto social de sentarnos a la mesa, ansia por sentir el tacto de tus dedos deslizando cada pedazo escogido con el que me alimentan. Si esto que siento es lujuria, someto a la consideración de la Real Academia de la Lengua que recoja en el diccionario los matices de mi delito y condena.
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Si deseas dejar un comentario, es bienvenido. Te anticipo, no obstante, que no contestaré por expreso deseo de la mujer a la que amo. Rara vez cuestiono lo que la hace feliz.